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29.11.07

Salgan de ahí

Las compañías siempre le han temido a sus mercados, saben que están ahí pero prefieren verlos de reojo y no hacer más. Parecen niños que creen ver fantasmas en las noches y no se atreven a abrir los ojos para percibir qué hay delante de ellos. Pueden ser capaces hasta de esconderse debajo de sus grandes escritorios porque el miedo no los deja salir.

Es totalmente cierto que el mercado necesita a las compañías, pero, sin duda alguna, no son ningún órgano vital por el que es necesario hacer una guerra. Si seguimos comparando a las compañías con niños, podemos decir que el mercado es agua y sin ella no sobreviven. En cambio, los mercados son como camellos, estos consumen cantidades enormes de agua, la almacenan y no la necesitan por muchísimo tiempo. Las compañías dependen totalmente de los mercados, pero los camellos no dependen de los niños. Va a llegar un momento en el que los camellos se van a cansar de que los niños los eviten y los van a empezar a ignorar totalmente. No escucharán ni el llanto más grande y desgarrador que puedan emitir.


Ya los mercados no esperan que las compañías les resuelvan los problemas. Hoy en día están más activos que nunca y no esperan que uno de los niños con miedos decida por ellos. Si existe una necesidad dentro del mercado, los integrantes de éste buscaran la solución. Una opción que sea realista y viable, que esté condicionada por sus intereses y necesidades, no por el dinero que buscan encontrar las compañías en los mercados. Si los niños con miedo van a seguir escondidos debajo de sus escritorios con los ojos cerrados es mejor que se queden ahí para siempre. Si en cambio van a aceptar que los mercados no son minas de oro ni perros de Pavlov, es hora de empezar a escuchar sus propuestas.

Antonieta Rasquín Méndez

La dinámica hoy es otra, hay que hacer algo

Las compañías necesitan bajar de sus grandes torres y hablar con la gente con la que esperan crear relaciones.

Si sabemos que todo en el mundo está tomando una dirección de lo universal a lo particular –o por lo menos es lo que nos quiere hacer ver la modernidad- entonces, ¿por qué no tomar el mismo camino para el funcionamiento de las empresas?


Las estructuras verticales desde mi parecer han venido desapareciendo y con ellas se han venido derribando las murallas de la autoridad.


Hoy la amplia información a la que tenemos acceso y la nueva percepción del mundo, nos dicta que no existe pared que no podamos escalar, en realidad, es así.


Las compañías se han dado cuenta de esto, los relacionistas públicos se han percatado de que la dinámica es otra. Hay que hacer algo.

Un buen ejemplo es la publicidad del Grupo Santander en Venezuela. Ellos les dicen a sus clientes que no tendrán que esperar más a que alguien baje a atenderlos, su personal estará siempre allí para tener en cuenta sus necesidades.

Hoy el cliente promedio, espera tener un contacto más directo con las empresas a quién les confía sus intereses, por ejemplo, los bancos, firmas de abogados, etcétera.


Paralelamente, la relación en la que los individuos pasan a ser clientes por la publicidad de la compañía, como por ejemplo Mc`Donals, son de igual forma relaciones horizontales que derriban las torres gerenciales y que llaman a reflexión a las compañías que mantienen estructuras piramidales.


Si bien todo debe tener una jerarquización para mantener el control de las organizaciones y asegurar de este modo que las misiones no se desviarán, hay que tomar en cuenta también que escuchar las preferencias personales puede sumar otro aspecto positivo para un mejor desarrollo de los objetivos comunes y/o corporativos.

Alejandra Raga Rivero